” La gente somos como dados, nos arrojamos nosotros mismos a la vida”.
Alcemos pues la mano,
una vez más,
¡pídele dos seises!,
como tantas noches jugando al señor del tres,
elijamos la dirección y
¡tirémonos al río de la vida!,
surquemos sin miedo,
las corrientes que fluyen eternas.
Cada sentido
ofrece un sin fin,
de vertiginosas curvas de placer y sufrimiento,
que por lo general,
se encadenan en un día a día,
hasta convertirse en algo “normal”,
que parece absorberte en un sin sentido.
Solo cuando consigues liberarte,
aunque sea durante un instante,
conectar con tu parte más primitiva y sensorial,
que parece producir a la vez,
en cada célula de tu cuerpo,
una reacción de felicidad,
de paz,
cuando sabes cual es la dirección.
Pintando entonces, un pequeño trocito de paraíso,
en el lienzo más hermoso y dulce que cabria imaginarse.